De que me da, me da…

Nunca me ha gustado la proximidad de los extraños, aunque trato de evitar aglomeraciones para no rozar hombros y codos o escuchar cómo mastican un chicle. Es casi imposible, en el mundo y en el espacio de cada uno ya somos muchos; además, existen personas que tienen su espacio vital reducido a nada y buscan, como gemelo en gestación, estar pegados a otros. Por más que uno se aleja, ellos se acercan.

Hace unos días, en la plaza comercial pasé cerca de las largas filas de los bancos, la acera no alcanzaba para todos y quise bajar para caminar por la calle, el tránsito no me lo permitió y aceleré mi paso entre la gente. Un joven, celular en mano, hablaba fuerte y se expresaba con todo el cuerpo, cuando pasé junto a él me rozó el brazo con la esquina de la manga de su playera, apenas una esquinita de la manga y mi cerebro…digo “de que me da, me da” no puedo detener lo que crece en mi mente y con cada paso pregunto:

¿De dónde salió su playera? ¿De un cajón revuelto? ¿del canasto de la ropa sucia? ¿del piso de su recámara? ¿la descolgó del tendedero para ponérsela? ¿cómo se la puso? ¿se despeinó después de ponérsela? ¿es suya o de su hermano? ¿qué pensaba cuando decidió usar esa playera?

Me pasa cuando veo cabezas en el transporte público y empieza la cuerda. Si se lavaron el cabello, si la liga en la coleta aun tiene elástico, si los caballeros se pusieron brillantina. ¿con cuál shampoo se lavarán el cabello? Si se bañaron la noche anterior porque tienen el cabello aplastado o enmarañado, ¿de dónde vienen? ¿Cuánto tiempo llevan despiertos? ¿durmieron bien? ¿Qué van pensando? ¿a dónde van?

Y pasa cuando veo gente en sus autos, más de las veces me pregunto ¿Por qué no hay expresión en sus rostros? ¿cómo puede un ser humano andar por la vida sin expresar algo? ¿Será que hoy se rían? ¿Que canten?

Los seres humanos somos libros, algunos viven con el celofán que los protege, otros traen las páginas revueltas. Algunos van abiertos para que cualquiera los pueda leer, otros tienen portadas maltratadas y las hojas en blanco. Algunos tienen las páginas arrancadas, otros perdieron sus portadas y se sostienen en la contraportada.

Somos libros desperdigando hojas o escribiendo en ellas,  por eso pregunto tanto y como no tengo respuestas, les invento un nombre y a veces les escribo un cuento.